La Comisión de Educación y Cultura del Ayuntamiento de La Orotava ha concedido por unanimidad de todas las formaciones políticas el VIII Premio Artesanía y Patrimonio Villa de La Orotava a las diez panaderías tradicionales con las que cuenta el municipio, alguna de ellas con una antigüedad superior a los cien años. Este reconocimiento, que fue propuesto por la Asociación Cultural Pinolere, será entregado el próximo 2 de septiembre, en el acto de inauguración de la XXVI Feria de Artesanía de Pinolere.
Dos de los establecimientos han sido testigos de tres siglos, toda vez que fueron fundados a finales del XIX. Fueron coetáneos de la pérdida de las últimas colonias, de los sucesivos regímenes políticos de España, de la Guerra Civil y de las dos guerras mundiales, entre otros hechos trascendentes. Se trata de Panadería Valladares, fundada en 1898, y Panadería Los Núñez, que data también de finales del siglo XIX.
A las dos anteriores se suman Panadería Santiago Bautista, fundada hace aproximadamente un siglo; Panadería Barroso, que abrió sus puertas en 1926; Panadería León, que comenzó a prestar sus servicios en 1946; Panadería Jovita, que data de 1947; Panadería Hernández Machado, fundada en 1946; Panadería Páez Mesa, creada en 1948; Panadería El Valle, fundada en 1960; y Panadería Marrero, que tiene su origen en el año 1966.
El Premio Artesanía y Patrimonio Villa de La Orotava nació en el año 2004. Lo concede el Ayuntamiento orotavense, a propuesta de la Asociación Pinolere, con el objetivo de reconocer la labor de personas e instituciones que mantienen los oficios artesanos y evitan con ello que desaparezcan
Los sucesivos galardonados han sido la Hermandad de Labradores de la Villa de La Orotava (2004), los hermanos cesteros de Tienda Rica Modesto y Donato González (2005), la caladora de La Perdoma Armenia González (2006), el escultor y alfombrista Ezequiel de León Domínguez (2007), los molinos y molineros de la Villa (2008), el cestero de La Florida Norberto Luis Perdigón (2009) y los tallistas de madera villeros Manuel Martín Rodríguez, Leonardo Ruiz Hernández y Juan Pedro Escobar Hernández (2010).
Panadería Valladares
La Panadería Valladares, ubicada en Pino Alto, un paraje desde el que se aprecia la totalidad del Valle, comenzó en 1898 a fabricar pan y tortas de manteca. Constanza Valladares fue la fundadora, y más tarde pasó a manos de su nieto, José Valladares, que sigue siendo uno de los actuales propietarios junto con su hija Ramona, conocida como Moni. En sus comienzos este establecimiento hacía pan para los vecinos de la zona y de La Corujera, y luego para el resto de La Orotava. Subían la harina, cargada por animales, hasta Pino Alto, ya que por aquel entonces el barrio carecía de molino para moler el trigo. “
Mi padre – narra Moni
- iba a La Orotava a buscar la harina con un caballo y en lo que le tocaba al hombre para que se la vendiera y se vestía para bajar a abrirle, ya mi padre estaba durmiendo en el suelo porque iba de madrugada”.
El reparto también era complicado en aquellos días, habida cuenta que no existían las cómodas carreteras de ahora. Eran los tiempos de las mulas con sus canastas repletas y las repartidoras con su sempiterno cesto en la cabeza. José Valladares solía llegar en coche hasta Tamaide, y a partir de ahí el tránsito debía de ser a pie. Hasta ese paraje subía una mujer de la Cuesta de la Villa, doña Clemencia, y descendía iniciando el reparto con un cesto a la cabeza.
Uno de los productos más apreciados de panadería Valladares son sus tortas de manteca, las mismas que en 1898. Moni asegura que
“hoy en día todavía las hago yo, con una receta que es como un secreto, pero en esa época las hacían porque los vecinos mataban muchos cerdos y cada casa iba recogiendo la manteca y la traían. Traían también los huevos, y mi abuelo le ponía lo demás: la harina, la sal. Dependiendo de los kilos de manteca que le traía cada vecino, hacía una determinada cantidad de tortas”
Desde hace veinte años Moni dirige prácticamente sola el negocio familiar. Aprendió el oficio con su padre, trabajando con él y empezando desde abajo, como ella dice “barriendo la panadería”. Su hija también está aprendiendo el oficio, y es la que continuará con un legado que data del siglo XIX.
Panadería Los Núñez
Petra Martín fundó la Panadería Los Núñez a finales del siglo XIX en la Villa de Arriba y hoy en día sigue ubicada en el mismo emplazamiento, en la casa familiar de la calle Candelaria. Eran tiempos de hornos de leña y mujeres con cestos a la cabeza que se encargaban del reparto del pan
. Junto con el pan, las tortas de manteca y las de millo son los productos de más arraigo en este establecimiento. Su elaboración pasó de Petra Martín a su hija María González, y de ésta a sus hijos, los actuales propietarios: Rafael, Concha y Carmen Núñez González. Según recuerda esta última sobre las tortas de millo
: “Yo creo que nacieron también por aquí, porque mi madre decía que no las conocían ni en el Puerto”.
Carmen atesora recuerdos imborrables de hace décadas, desde las panaderas que repartían el pan con las cestas en la cabeza hasta las fragancias que impregnaban la panadería, como
la de leña de retama que alimentaba el viejo horno. La de retama, dice, era la mejor, pues su humo no era ni denso ni oscuro, y al arder expelía su peculiar perfume.
“Todavía parece que tengo el olor en la cabeza”, comenta rememorando aquellos días.
Ya el horno de leña está en desuso y el tiempo de las artesas pasó. Pero el buen hacer permanece, como la estructura del horno, que los hermanos restauraron, o el viejo lebrillo enterrado en la huerta.
Panadería Santiago Bautista
La Panadería Santiago Bautista tiene su origen en la zona de La Piedad, donde estaba radicada la panadería de la suegra de don Pancho, su fundador. Don Pancho empezó a vender pan muy joven junto a sus hermanas. Iban andando hasta la Montañeta y al Puerto hasta que decidieron comprar una burra. Estuvo repartiendo pan con la burra durante bastantes años, hasta que pudo comprar un Renault ‘cuatro latas’ y, mucho más tarde, hacerse con unos cuantos furgones. Don Pancho relata que la burra conocía exactamente la ruta de reparto y donde tenía que parar.
“ La gente contemplaba al animal cuando pasaba por delante del cuartel y siempre que llegaba frente al Tapias, buscando aparcamiento”, dice.
Su primer horno fue de leña y, según el propio fundador, “
daba buen pan, pero mucho trabajo”. De forma periódica llegaba un camión cargado de leña proveniente de los montes, que los chiquillos de la calle descargaban a cambio de dos o tres pesetas. La harina la traían de los molinos y, antes de empezar a trabajarla, había que cernirla para quitarle los afrechos. Dichos afrechos se volvían a cernir y
“se sacaban muy buenas tortas de acemite que gustaban mucho a la gente”, según sus palabras.
Los hijos de don Pancho han recogido el legado panadero de sus padres, ya que su esposa también pasó muchas noches amasando y horneando pan mientras se ocupaba de la crianza de los vástagos. Son ellos los que ahora elaboran el pan y los deliciosos rosquetes y tortas de manteca, empleando para ello la receta que les enseñaron sus progenitores. Y aunque son ellos los que llevan el negocio, aún baja a los hornos el antiguo panadero.
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Pancho el panadero, con su burro cuando comenzó. |
Panadería Barroso
La Panadería Barroso fue durante mucho tiempo la única que hubo en la zona de Los Altos de La Orotava. Fundada por Ciro Hernández Pacheco en 1926, actualmente son dos de sus hijos, Miguel y María de los Ángeles, los que se encargan de este negocio familiar. Miguel, que pasa las horas en la ‘nueva’ panadería, ya que la antigua, la que su padre fundó hace 85 años, se fue quedando pequeña, aunque la mantienen e incluso el viejo horno de leña sigue en pie
, recuerda que
“me despertaba a las tres o cuatro de la mañana, bajaba y me ponía al lado del horno. Había como una repisita de cemento, me sentaba, pero me dejaba dormir. Me ponían bolsas de harina y ahí me acostaban, dormía al lado del horno”.
Él y sus hermanos empezaron desde muy temprana edad en la panadería, y cuando su padre falleció se hicieron cargo de la misma, por lo que prácticamente lleva toda la vida dedicado al mundo de las masas. Sus hijos también han seguido el camino de su padre, aprendiendo el oficio con él y buscando nuevos cauces para el negocio, pues a la producción de pan se le suma ahora la repostería y la dulcería.
Panadería León
Juan Luis González, propietario de la Panadería León, es miembro de una estirpe de panaderos. Con él ya son seis generaciones y, según comenta:
“En las familias de mi padre y de mi madre no hay uno que no sea panadero”. Este establecimiento se fundó en los años 40 del siglo XX, aunque la tradición panadera de la familia se remonta a hace casi cien años. El fundador fue Jesús González, padre del actual propietario, que allá por el año 42 empezó a construir el horno de leña en el que se cocieron los primeros panes.
Juan Luis aprendió desde pequeño el oficio de su padre.
“Desde que nací he cernido harina. Desde que nací y pude darle a los brazos, cerní la harina”. Como todas las panaderías de aquella época, tenían un horno de leña con su bóveda de ladrillo y barro. La leña la bajaban los cortadores en burros o en mulos. En esos tiempos tampoco existían las actuales levaduras, por lo que había que prepararlas en la propia panadería con la masa del día anterior
.
Recuerda también las muchas horas que pasó a lomos de su burra haciendo el reparto del pan. Bajaba hasta el Puerto de la Cruz y pasaba antes por El Rincón. La fuerza de la rutina hacía que la burra conociese los puntos de parada para el reparto y que retomara el camino de vuelta sin necesidad de indicarle nada.
“Te echabas a dormir sobre la burra; ella te traía derechita para casa”.
El hijo de Juan Luis aprendió el oficio de su padre, al igual que éste aprendió del suyo, y continúan con el buen hacer heredado amasando y horneando panes, tortas de manteca y tortas de millo codo a codo.
Panadería Jovita
Jovita González Suárez, que regenta la panadería de su mismo nombre en San Juan, cuenta con antepasados panaderos. En tiempos del antiguo establecimiento familiar, situado en la calle La Magnolia, su padre vendía el pan con una carreta tirada por animales. Más tarde, cuando se convirtió en una joven emprendedora, abrió su propia panadería, en la que ha trabajado hasta hace unos años. Sacó su negocio adelante prácticamente sola y en una época en que era muy raro ver a una mujer llevando el volante, porque se decidió a sacar el carné de conducir con vistas a realizar el reparto de pan por su cuenta. Hasta Buenavista llegaba con sus hogazas recién horneadas.
Jovita recuerda
“cuando las masas eran antiguas”, de harinas provenientes de América a las que no había que añadirle mejorante. Mantiene en su memoria, también, el sabor que antaño tenía el pan, y el cariño, pues considera que para hacer un buen pan hay que ponerle cariño a la masa,
“que te nazca”.
Aquel espíritu emprendedor que la llevó a montar su propia panadería también la llevó a ampliar sus conocimientos, así que se marchó a la Península a realizar cursos de perfeccionamiento. Allí aprendió a hacer pasteles como los ya tradicionales de manzana, unos dulces indispensables en muchos hogares villeros por Navidad.
Ahora son sus hijos y su nieto quienes se encargan de la panadería, manteniendo los productos de siempre y ampliando el negocio con una nueva oferta de repostería y dulcería, pues ellos también poseen ese espíritu apasionado por el mundo de las masas del que ha hecho gala la fundadora.
Panadería Hernández Machado
Dionisio Hernández Díaz fundó la panadería Hernández Machado hace más de 60 años. Aprendió el oficio en el Puerto de la Cruz, en la panadería de Torrén, y luego se trasladó a La Orotava, primero a la Villa de Arriba y luego, definitivamente, a La Perdoma, donde permanece el establecimiento que actualmente regentan los seis hijos varones del fundador. Fue en esta panadería donde Dionisio y Ventura, este aún enharinado y con el traje de faena puesto, recuerdan aquellos viejos tiempos en los que el pan se amasaba a la mano; en los que no había cámaras de fermentación y había que poner sacos encima de los bollos para que la levadura hiciera su trabajo, según comenta el propio Ventura.
Recordaba Dionisio, otro de los hijos del fundador de la panadería, que antes de que hubiera coches el reparto lo hacían en burros...o en guaguas. Y es que no pocas veces cogió de jovencito guaguas y tranvías para llevar el pan y las tortas de manteca hasta Los Realejos y La Laguna. Porque en La Laguna también eran apreciadas las tortas de manteca que hacía -y hace- esta familia panadera de La Perdoma; Dionisio llegaba en guagua a Tacoronte y allí tomaba el antiguo tranvía hasta la Ciudad de Los Adelantados.
La panadería de los hermanos Hernández Machado, anteriormente de su padre, ha tenido que bregar lo suyo para salir adelante, pues La Perdoma no contaba con molino para moler el trigo y debían acudir a los molinos de la Villa, e incluso el agua había que traerla de las fuentes públicas, pues carecían de agua corriente.
Con los años llegaron las máquinas panificadoras, el agua y los camiones cargados de harina. Las cosas fueron cambiando, pero la panadería de los hermanos Hernández Machado, como todas las panaderías del municipio de La Orotava, ha mantenido la esencia de un oficio que sigue impregnando la memoria con el inconfundible olor a pan.
Panadería Páez Mesa
No sólo de pan vive el hombre, por eso en la panadería de Carmen y Manuel Páez Mesa, además de seguir amasando el pan tal y como aprendieron de las sabias manos de sus padres, elaboran un variado surtido de productos reposteros, como es el caso de los deliciosos rosquetes rellenos de dulce de guayabo. “
Mucha gente de La Laguna y Santa Cruz viene a comprar dulces aquí”, comenta Manuel recién llegado a la panadería tras el reparto y listo de nuevo para continuar con la faena.
En la zona que llaman La Punta, dónde La Perdoma ya es casi la Cruz Santa y viceversa, se encuentra esta panadería fundada allá por el año 1948 por el matrimonio formado por José Páez Reyes y Carmen Mesa Verde, los padres de Carmen y Manuel, aunque la tradición panadera de la familia se remonta mucho más atrás: a principios de siglo XX la familia tenía una panadería en la Cruz Santa.
Don José y doña Carmen trasmitieron el oficio a sus hijos, que empezaron desde muy jóvenes en el mundo de las harinas y las masas. Recuerda Manuel los tiempos en los que no había furgones para repartir y eran las mujeres, con los cestos a la cabeza, quienes realizaban dicha labor. Hoy en día la tercera generación asegura la permanencia de la panadería. Empiezan desde abajo, repartiendo el pan, para que el día de mañana no se les escape ningún secreto del negocio.
Panadería El Valle
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Pan artesanal de la Villa de La Orotava |
Margarita González Suárez, que regenta la panadería El Valle, es la tercera generación de panaderos de su familia. Nace en La Villa de La Orotava en 1933. Sus padres: Francisco González Chaves, conocido popularmente como “
Pancho el cojo “, y su madre, Concepción Suárez Viera, emparentada con los “
rosqueteros” , también eran panaderos y disponían de un antiguo obrador en la calle La Magnolia. En 1927 compran un solar en la calle Marqués y construyen su vivienda y un nuevo obrador en la parte trasera de dicho inmueble.
Aquella niña
crece entre sacos de harina y horneadas de pan, empapándose de las artes del oficio. Era la posguerra, un tiempo duro y difícil, así que todos los miembros de la familia colaboraban en las faenas del obrador, incluso ella, la más pequeña de las cuatro hermanas, que compaginaba el trabajo con los estudios básicos en la escuela de La Alhóndiga, en la calle Nueva.
Con apenas 19 años Margarita se queda huérfana de madre, y tres años mas tarde, de padre. Bajo la tutela de sus hermanas mayores trabaja sin descanso y sale adelante. En 1960 se casa con Nicolás Araque Gil y el joven matrimonio da un nuevo impulso a la panadería comprando las primeras máquinas, modernizando el horneado y adquiriendo un vehículo para el reparto.
En la década de los sesenta comienza el despegue de lo que más tarde se denominaría el
“boom turístico” y la panadería Valle abre nuevos mercados, convirtiéndose en proveedora de los nuevos establecimientos hoteleros del Puerto de la Cruz. Este nuevo mercado implica algunos cambios en la producción que les llevan a fabricar panes con cierto carácter internacional, como los integrales, los de molde y los pequeños bollos unipersonales. Fue la primera panadería en hacerlo, aunque sin perder el carácter artesano y sin dejar de elaborar panes tan tradicionales como de dos tapas , sobados o con chorizo de perro.
Panadería Marrero
En el barrio de Bebedero tiene su emplazamiento la panadería Marrero, que surte de pan al vecindario de la zona, a los barrio aledaños y a muchas partes de la isla, y a la que acuden los devotos de sus famosos rosquetes. Sus orígenes se sitúan en otro barrio orotavense, La Florida. Fue en el año 1966 cuando Francisco Marrero Luis y Miguel García Pacheco fundaron la por entonces llamada panadería La Florida.
Años más adelante, Dácil Yanes Fariña, esposa de Francisco Luis Pacheco, se hizo cargo del negocio e incorporó los afamados rosquetes a los productos ofrecidos. Y es en la década de los ochenta cuando se edifica el actual emplazamiento en Bebedero.
En la actualidad, la panadería Marrero oferta panes tradicionales de varios tipos, panes espaciales, bollería y pastelería. Eso sí, el sabor de antaño no se ha perdido. Sigue siendo un negocio familiar, ya que ahora son los hijos de Francisco y Dácil los que se encargan de él, y la herencia trasmitida sigue fermentado junto con la lavadura para ofrecer excelentes productos. Por supuesto, los rosquetes siguen siendo tan afamados como siempre.